Cirrosis hepática: síntomas y tratamiento
El hígado es un órgano vital que asume una enorme carga y participa en diversas funciones clave relacionadas con el metabolismo, la síntesis y el almacenamiento de diversas sustancias, la desintoxicación del cuerpo, entre otras.
Su exposición prolongada a diversos factores nocivos puede llevar a la alteración de sus funciones y estructura, y en algunos casos, los cambios son irreversibles.
La cirrosis es la fase terminal de diversas enfermedades hepáticas y representa un problema creciente en frecuencia a nivel global, el cual podrá conocer más a fondo en este artículo.
Naturaleza de la cirrosis
La cirrosis hepática es una enfermedad progresiva que afecta el parénquima hepático. Se manifiesta como un reemplazo gradual del tejido hepático funcional por tejido fibroso.
Este proceso es el resultado de una enfermedad hepática crónica de largo plazo, con diversas etiologías.
Las enfermedades del hígado provocan una reacción inflamatoria en el tejido hepático. Como resultado, las células del hígado (hepatocitos) se dañan. En respuesta, el cuerpo intenta reparar las áreas dañadas, pero en lugar de formar tejido normal, se genera tejido fibroso (cicatricial).
La acción progresiva de diversos factores etiopatogénicos sobre el hígado lleva a la formación de nódulos (pequeñas protuberancias) de tejido conectivo. A medida que avanza el proceso, la estructura normal del hígado se altera, lo que destruye su organización lobulillar.
El reemplazo del tejido hepático sano por enlaces fibrosos no funcionales y nódulos dificulta gravemente la realización de las funciones principales del órgano.
Con el avance de la enfermedad y el agotamiento de los mecanismos compensatorios, se produce insuficiencia hepática. En las etapas finales, la condición se vuelve incompatible con la vida.
Tipos de cirrosis hepática
Según la causa
La cirrosis hepática está estrechamente relacionada con la causa etiológica de su aparición.
Según esto, puede clasificarse en los siguientes tipos:
- Cirrosis alcohólica: causada por el consumo excesivo y prolongado de alcohol.
- Hepatitis crónica (B, C): cirrosis que se desarrolla después de una infección prolongada por virus de la hepatitis.
- Enfermedad hepática grasa no alcohólica (NAFLD): relacionada con la acumulación de grasa en el hígado sin dependencia del alcohol.
- Cirrosis biliar: resultado de una inflamación crónica de los conductos biliares (incluida la cirrosis biliar primaria).
- Cirrosis causada por medicamentos: se desarrolla debido al uso prolongado de ciertos medicamentos.
- Enfermedades genéticas: como la enfermedad de Wilson o la hemocromatosis, que conducen a la cirrosis.
Según los indicadores morfológicos
Además, la enfermedad puede clasificarse según los indicadores morfológicos.
En este caso, se divide en:
- Cirrosis lobular (afecta principalmente un lóbulo del órgano): se caracteriza por la formación de nódulos (bultos) en el tejido hepático, siendo la fibrosis más bien aislada en partes individuales del hígado (lóbulos).
- Cirrosis central: la fibrosis se concentra alrededor de las venulas centrales, lo que finalmente lleva a la pérdida de las células funcionales del hígado.
- Cirrosis micronodular: los nódulos son pequeños (menos de 3 mm), y esta forma está a menudo relacionada con la cirrosis alcohólica.
- Cirrosis macronodular: los nódulos son más grandes (más de 3 mm), y esta forma suele asociarse con hepatitis virales.
Factores y causas del desarrollo
El hígado es un órgano muy importante para el cuerpo humano, que está sometido a un gran estrés y a ataques crónicos de toxinas y radicales libres.
Por lo tanto, se considera que el desarrollo de la cirrosis hepática es un proceso multifactorial.
Este proceso incluye una combinación de:
- Predisposición genética
- Factores ambientales y de estilo de vida
- Enfermedades asociadas.
A pesar de ello, agentes como el virus de la hepatitis C pueden por sí solos llevar al desarrollo de una forma grave de la enfermedad, sin la presencia de otros factores.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la cirrosis hepática es consecuencia de uno de los siguientes factores etiopatogénicos.
Consumo crónico de alcohol
El consumo crónico de alcohol es la causa más frecuente del desarrollo de cirrosis.
Sin embargo, es importante saber que solo entre el 8-20% de las 1000 personas dependientes del alcohol desarrollan la enfermedad.
El alcohol contribuye al daño hepático a través de múltiples mecanismos.
Al ingresar en las células hepáticas, se metaboliza a una sustancia llamada acetaldehído. El etanol y el acetaldehído son altamente tóxicos para las células.
Generan grandes cantidades de radicales libres, que atacan las estructuras de los hepatocitos. Como resultado, estos liberan moléculas señalizadoras relacionadas con el peligro, los DAMPs. Estas sustancias reactivas activan las células del sistema inmunológico innato y adquirido, que comienzan a atacar nuestras propias células ya dañadas.
A su vez, estas células liberan grandes cantidades de TNF-alfa (factor de necrosis tumoral). Esta proteína se une a los receptores de los hepatocitos e induce la muerte celular mediada por receptores (apoptosis).
Además, los productos tóxicos alteran el metabolismo de las grasas, lo que lleva a la acumulación de triglicéridos (grasas) en las células hepáticas.
La esteatosis hepática es uno de los primeros signos de enfermedad hepática.
El proceso de destrucción de hepatocitos dañados estimula la activación de las células estrelladas hepáticas. Estas son responsables de la producción de proteínas de la matriz extracelular, principalmente colágeno.
El crecimiento excesivo de las acumulaciones de colágeno altera la estructura del hígado, reduce el flujo sanguíneo y deteriora las funciones del órgano.
El daño persistente, seguido de proliferación fibrosa, finalmente lleva al desarrollo de cirrosis.
Hepatitis viral crónica
La etiopatogenia de las infecciones crónicas por los virus que causan hepatitis B y C incluye una serie compleja de procesos que ocurren en cascada tras la infección por cualquiera de los dos virus.
Una vez que las partículas virales ingresan en las células hepáticas (hepatocitos), comienzan a replicarse a través de un proceso llamado replicación. El cuerpo reconoce el material genético extraño y activa las células de defensa inmunitaria.
Estas atacan las células hepáticas afectadas con el fin de eliminar el virus del cuerpo. Esta respuesta inmune está relacionada con la liberación de grandes cantidades de moléculas activas, que conducen a reacciones inflamatorias en las células y causan daño en el hígado.
Si el sistema inmunológico no logra erradicar el virus del cuerpo en un período de hasta 6 meses, se desarrolla hepatitis crónica.
En este caso, la replicación continua del virus y la respuesta de las células inmunitarias dan lugar a un ciclo vicioso, en el que gradualmente se destruye el parénquima funcional del órgano y se reemplaza por colágeno y tejido conectivo.
Las infecciones crónicas no tratadas con ambos virus siempre llevan a cirrosis o cáncer de hígado.
Según las estadísticas, las infecciones por hepatitis B en adultos se curan espontáneamente en más del 80% de los casos, mientras que las de hepatitis C se curan en alrededor del 20-50%. Esto depende del genotipo del virus, del estado del sistema inmunológico y de la salud general del individuo.
Degeneración grasa no alcohólica del hígado
Este estado es un término que agrupa muchas patologías hepáticas en personas que consumen poco o ningún alcohol. Puede progresar a esteatohepatitis no alcohólica, fibrosis y cirrosis. Se desarrolla con mayor frecuencia en personas que padecen trastornos metabólicos, diabetes y obesidad.
Enfermedades autoinmunes del hígado
Estas incluyen hepatitis autoinmune, colangitis biliar primaria y colangitis esclerosante primaria. Su etiopatogenia es similar: consiste en una mayor reactividad y respuesta inadecuada del sistema inmunológico propio.
Como resultado, ataca y destruye los propios tejidos, reemplazándolos nuevamente por tejido conectivo.
Trastornos genéticos y enfermedades
Algunos ejemplos incluyen la hemocromatosis, la enfermedad de Wilson-Cunov y la deficiencia de alfa-1 antitripsina.
Cada una de estas enfermedades altera la función normal del hígado, causando inflamación y un exceso de estrés oxidativo debido a la acumulación de productos tóxicos y minerales.
Esto conduce a la muerte celular programada mencionada anteriormente y al reemplazo del tejido hepático sano por tejido conectivo no funcional.
Obstrucción crónica de los conductos biliares
La colelitiasis, los cálculos biliares y los tumores o estenosis de los conductos biliares pueden llevar a la acumulación de bilis en el hígado.
Los ácidos biliares son tóxicos, y su acumulación en el tejido hepático puede causar inflamación, daño al árbol biliar y el desarrollo progresivo de cirrosis.
Exposición sistémica a toxinas
La exposición prolongada a ciertas sustancias tóxicas del entorno, productos químicos o medicamentos, provoca un fenómeno inflamatorio en el hígado.
Ejemplos de tales sustancias son los aflatoxinas (productos de los mohos), productos químicos industriales, pesticidas, herbicidas y algunos medicamentos.
Estas sustancias sobrecargan el hígado y lo exponen a grandes dosis de estrés oxidativo, lo que daña las membranas celulares y organelos de los hepatocitos, llevando a su destrucción por las células inmunitarias.
Otros factores que pueden causar enfermedad hepática
Las enfermedades crónicas de otros órganos y sistemas, por diversos mecanismos, pueden llevar al daño hepático.
Un ejemplo de esto es la insuficiencia cardíaca congestiva crónica. El estancamiento de la sangre en los vasos venosos conduce a la acumulación de sangre venosa en el hígado. Esta es pobre en oxígeno y rica en productos tóxicos del metabolismo. De este modo, se crean condiciones propicias para la producción de radicales libres, que dañan el tejido hepático.
Otro ejemplo de una enfermedad crónica que afecta la función hepática es la insuficiencia renal crónica (IRC). Los riñones son el filtro natural de nuestro cuerpo. Son responsables de eliminar compuestos tóxicos y nocivos de la sangre a través de la orina.
La IRC conduce a la acumulación de estas sustancias en la sangre, y a través del sistema circulatorio, altas concentraciones de ellas alcanzan el hígado. Allí, según el mecanismo ya conocido, causan una reacción inflamatoria y daño a los hepatocitos.
Existen muchas otras enfermedades que afectan la función y salud del hígado, como la diabetes, la obesidad y el síndrome de Cushing.
Los trastornos metabólicos conducen a esteatosis hepática debido a la alteración del metabolismo y de las funciones del órgano. Las personas con síndromes metabólicos y esteatosis tienen una mayor probabilidad de desarrollar cirrosis hepática.
Síntomas de la cirrosis hepática
La cirrosis hepática es una enfermedad que en la mayoría de los casos progresa lentamente. A veces, puede tomar décadas para que se desarrolle una cirrosis clínicamente significativa.
Los síntomas que pueden alertar sobre la salud hepática antes de que se desarrolle la cirrosis son, en ocasiones, difíciles de reconocer y muy sutiles. Muy a menudo, son inespecíficos y fáciles de ignorar.
Signos iniciales
Sin embargo, existen algunos signos y síntomas iniciales de la enfermedad hepática que deben alertar al individuo.
Estos son:
- Fatiga fácil y debilidad: Sensación de agotamiento extremo incluso después de un descanso adecuado y sueño.
- Malestar abdominal: Sensación de pesadez o presión en el cuadrante superior derecho del abdomen.
- Pérdida de apetito: Falta de deseo de comer y sentirse lleno rápidamente.
- Náuseas: Sensación de náuseas y ocasionalmente vómitos, generalmente después de comer.
- Enfermedades frecuentes
- Disminución del libido
- Insomnio
Síntomas en etapa avanzada
A medida que avanza la enfermedad hepática y comienzan los cambios cirróticos, empiezan a aparecer síntomas más graves y específicos.
Estos son los síntomas:
- Moretones y sangrados fáciles – incluso con lesiones leves en la piel, debido a la reducción en la producción de factores de coagulación sanguínea por el hígado.
- Aumento del tamaño del hígado y el bazo.
- Pérdida de peso – sin causa aparente, siendo la mayor parte pérdida de masa muscular.
- Aparición de orina oscura y turbia.
- Confusión y reducción de las funciones cognitivas (mentales) – este es un síntoma de encefalopatía, que es característico de las formas avanzadas de la enfermedad.
- Picazón en la piel – como consecuencia de la acumulación de toxinas en la sangre.
- Ictericia (color amarillo en la esclerótica de los ojos y la piel) – signo de enfermedad avanzada.
- Hinchazón en las piernas y el cuerpo – signo de pérdida de proteínas, como resultado de la alteración de las funciones anabólicas del hígado. Las proteínas séricas (albúmina) son responsables de mantener el agua en los tejidos. Cuando los niveles son bajos, esta se derrama en la cavidad torácica y abdominal (ascitis), así como en el tejido subcutáneo y la matriz intercelular.
- Red capilar en el abdomen – aparición de una red capilar expandida, parecida a una telaraña, también conocida como caput medusae en el abdomen.
- Sangrado del tracto digestivo superior – y específicamente, várices esofágicas. Estas son venas dilatadas, resultado de la estasis sanguínea en el sistema portal.
¿Cómo se establece y desarrolla la enfermedad?
Los primeros síntomas, que son generales, rara vez indican que se trata de cirrosis hepática, a menos que estén presentes factores que aumenten el riesgo de esta enfermedad. Estos factores son el alcoholismo, la infección activa con los virus de la hepatitis B y C, entre otros.
A medida que avanza la enfermedad, gradualmente se desarrollan síntomas alarmantes, que podrían llevar al especialista a centrarse activamente en el hígado.
El diagnóstico de la cirrosis hepática generalmente incluye una combinación de:
- Historia médica
- Examen físico objetivo
- Pruebas de laboratorio e imagenología
- A veces, biopsia hepática.
Es importante que los pacientes con sospecha de la enfermedad se sometan a exámenes médicos de un especialista en el área.
El diagnóstico temprano de la enfermedad y la adopción de medidas adecuadas pueden ayudar a evitar o retrasar las complicaciones de la cirrosis. Este enfoque puede mejorar el resultado de la enfermedad y la calidad de vida de los pacientes con cirrosis comprobada.
Historia médica y examen físico
Este es el comienzo de cualquier examen, ya sea preventivo o centrado en un problema sospechoso. El profesional de la salud hará preguntas orientadoras para obtener información sobre hábitos dañinos, el uso de medicamentos, la exposición a sustancias nocivas (alcohol), factores genéticos, entre otros.
Además, se realiza un examen físico para determinar si hay:
- Ictericia (síntoma tardío)
- Acumulación de líquido en la cavidad abdominal (ascitis)
- Hinchazón
- Redes vasculares dilatadas en la pared abdominal
- Hígado agrandado, sensible a la palpación.
Investigaciones de laboratorio
Se realizan análisis de sangre bioquímicos para evaluar la función hepática, incluyendo los siguientes indicadores: AST, ALT, bilirrubina, albúmina, GGT y fosfatasa alcalina. Todos ellos son marcadores de daño hepático.
En todos los casos también se realizan pruebas serológicas para detectar hepatitis viral y enfermedades autoinmunes.
Existen marcadores para evaluar la fibrosis hepática:
- Marcadores séricos: Incluyen biomarcadores específicos como el ácido hialurónico, colágeno tipo 4, e inhibidor tisular de metaloproteinasas-1 (TIMP-1), que se liberan en mayores cantidades en la fibrosis hepática.
- Relación entre AST y el número de plaquetas: Se utiliza para evaluación, especialmente en hepatitis C y enfermedad alcohólica.
- Índice FIB-4: Otro método no invasivo para evaluar la fibrosis hepática. El índice se calcula con base en los parámetros de edad, número de plaquetas, AST y ALT.
- Elastografía transitoria (FibroScan): Tecnología de imagen no invasiva que mide la densidad y elasticidad del hígado, que correlaciona directamente con el grado de fibrosis. Se realiza con ultrasonido.
Investigaciones por imágenes
La ecografía es la prueba más común que dirige la atención hacia problemas hepáticos. A través de la ecografía, se evalúan con precisión el tamaño del órgano, así como su densidad y estructura.
Inicialmente, se observan aumentos en el tamaño y densidad heterogénea, es decir, la estructura comienza a mostrar signos de desorganización, con acumulación de grasa en el órgano.
Para una evaluación adicional de la enfermedad, el especialista puede ordenar una TC (tomografía computarizada) y una RMN (resonancia magnética), que ofrecen una imagen más clara del órgano y pueden detectar claramente signos de cirrosis, como la formación de nódulos y tejido cicatricial.
Estos métodos pueden mostrar claramente los signos de hipertensión portal y el desarrollo de enfermedades malignas, como el cáncer hepático.
Biopsia hepática
En algunos casos, a criterio del especialista, se puede realizar una biopsia, que es un procedimiento mínimamente invasivo que implica la punción del órgano con una aguja especial para obtener una muestra biológica.
Se realiza bajo control de TC o ecografía para evitar grandes vasos sanguíneos. Bajo el microscopio, el patólogo clínico buscará signos de fibrosis, inflamación y otros trastornos en la estructura y arquitectura del tejido hepático.
El diagnóstico de la cirrosis hepática requiere una evaluación cuidadosa e interpretación correcta de numerosos hallazgos clínico-laboratoriales.
Desarrollo de la enfermedad
La enfermedad tiene etapas de progresión. El tiempo en que se desarrollará no puede ser determinado con precisión, ya que depende de varios factores.
Los principales son:
- La etiología de la enfermedad
- En qué etapa se inicia el tratamiento
- Tratamiento y prevención
- Las características genéticas individuales.
Clasificación de Child
Existen diferentes clasificaciones que tienen como objetivo estadificar la enfermedad.
La clasificación de Child-Turcotte-Pugh (más conocida como clasificación de Child) es ampliamente aceptada en los círculos médicos y se utiliza para evaluar la cirrosis hepática. Según Child, la evaluación de esta enfermedad se realiza en base a los niveles de bilirrubina, albúmina, INR, la presencia de ascitis y encefalopatía.
Se diferencian 3 etapas de la enfermedad según la clasificación de Child:
- Clase "A" según Child - esperanza de vida media de 6-12 años (5-6 puntos)
- Clase "B" según Child - esperanza de vida media de 2-3 años (7-9 puntos)
- Clase "C" según Child - esperanza de vida media de menos de un año si no se realiza un trasplante (10-15 puntos).
Clase (Child) | Puntos | Esperanza de vida media | Bilirrubina total (mg/dL) | Albúmina (g/dL) |
Tiempo de protrombina (PT)/INR |
Ascitis | Encefalopatía |
Clase "A" | 5-6 | 6-12 años | Menos de 2 (1 punto) | Más de 3.5 (1 punto) | PT prolongada < 4 seg. o INR < 1.7 (1 punto) | Ausente (1 punto) | Ausente (1 punto) |
Clase "B" | 7-9 | 2-3 años | 2-3 (2 puntos) | 2.8-3.5 (2 puntos) | PT prolongada 4-6 seg. o INR 1.7-2.3 (2 puntos) | Moderada (2 puntos) | Encefalopatía grado 1-2 (2 puntos) |
Clase "C" | 10-15 | Menos de 1 año (sin trasplante) | Más de 3 (3 puntos) | Menos de 2.8 (3 puntos) | PT prolongada > 6 seg. o INR > 2.3 (3 puntos) | Moderada a severa (3 puntos) | Encefalopatía grado 3-4 (3 puntos) |
*Tabla para calcular los criterios de la clasificación de Child
Clínicamente se diferencian dos etapas en el desarrollo de la enfermedad que son relevantes para la progresión de la enfermedad.
Se pueden clasificar de la siguiente manera:
- Cirrosis hepática compensada - cuando las funciones del hígado están preservadas y el cuerpo no experimenta dificultades ni deficiencias. Con una buena prevención y tratamiento adecuado, tales pacientes viven más de 10 años después de que se les diagnostique.
- Cirrosis hepática descompensada - cuando las funciones del hígado están alteradas o completamente ausentes, con complicaciones de la enfermedad presentes. Ejemplos de tales complicaciones incluyen várices esofágicas, ictericia, alteración de la coagulación, ascitis, anasarca (edema generalizado del cuerpo) y encefalopatía. La esperanza de vida de estos pacientes generalmente es menor de 2 años.
Es importante señalar que, una vez iniciado, el proceso de fibrosis del parénquima hepático es irreversible. La cirrosis hepática es una enfermedad que progresa de manera constante. Su prevención es la forma más segura de conservar la salud.
La cirrosis hepática es una enfermedad que no permite que una persona alcance la duración normal de vida.
Tratamiento de la cirrosis hepática
El tratamiento de la cirrosis es complejo y consiste tanto en apoyar las funciones del hígado como en abordar las complicaciones y suprimir los procesos patológicos relacionados con esta enfermedad.
Medicamentos
Prevención y apoyo del hígado con medicamentos
Cuando se establecen niveles elevados de los principales enzimas hepáticas - AST, ALT, GGT y fosfatasa alcalina, su médico le recetará una combinación de medicamentos conocidos como hepatoprotectores.
Los más comúnmente utilizados son:
- Ácido ursodeoxicólico: Se usa más comúnmente en colangitis biliar primaria y colangitis esclerosante primaria y tiene como objetivo mejorar el flujo biliar, reducir la inflamación hepática y proteger los hepatocitos del daño. También se usa en colestasis (retención de ácidos biliares) de diferentes orígenes.
- S-adenosilmetionina (SAMe): Es un compuesto que participa en el proceso de metilación y puede mejorar la función del órgano y suprimir el componente inflamatorio.
- L-ornitina - L-aspártato (L-OLA): Se usa para reducir los niveles de amoníaco en la sangre, aliviando así los síntomas de la encefalopatía hepática (daño cerebral debido a la intoxicación del cuerpo, como resultado de la insuficiencia hepática).
- Fosfatidilcolina poliéster (PPC): Se usa para tratar enfermedades hepáticas no alcohólicas y alcohólicas. Funciona estabilizando las membranas celulares de los hepatocitos, mejora las capacidades regenerativas de las células del hígado y reduce la peroxidación lipídica y la fibrosis.
- N-acetilcisteína (NAC): Se usa para tratar la intoxicación por paracetamol y como complemento en el tratamiento de enfermedades hepáticas debido a su capacidad para aumentar los niveles de glutatión.
- Ácido obeticólico: Se usa en el tratamiento de la colangitis biliar primaria. Su mecanismo de acción es activar el receptor Farnesoid X (FXR). De esta manera, se reduce la síntesis de ácidos biliares y la reacción inflamatoria.
- Tiazolidinedionas: Es un medicamento creado para personas que sufren de diabetes tipo 2, que también apoya el metabolismo de las grasas en el hígado, tiene efectos antiinflamatorios y antifibróticos.
Los suplementos alimenticios también se utilizan en el tratamiento de la cirrosis hepática.
Entre los suplementos más efectivos para el hígado están:
- Ácido alfa-lipoico: Un antioxidante que ayuda a reducir el estrés oxidativo y mejora la función hepática.
- Ácidos grasos omega-3: Estos compuestos esenciales estabilizan las membranas celulares, regulan el metabolismo de las grasas y el intercambio de colesterol.
- Vitamina E: Vitamina esencial con una potente acción antioxidante, que ayuda a reducir el estrés oxidativo, altamente presente en las enfermedades hepáticas.
- Zinc: Este microelemento suele estar deficiente en pacientes con cirrosis, por diversas razones. Su adición en una forma fácilmente absorbible, como el citrato de zinc, ayuda a restablecer sus niveles en personas con cirrosis, reduce la inflamación y la muerte celular, y favorece el metabolismo de los ácidos grasos en el hígado.
- Vitaminas del grupo B: Importantes para diversos procesos metabólicos y que desempeñan múltiples funciones, estas vitaminas ayudan a la función y las capacidades regenerativas del hígado.
- Vitamina C: La vitamina C es una vitamina hidrosoluble con acción antioxidante universal que ayuda a mantener los niveles de antioxidantes naturales y combate activamente los radicales libres.
Estos suplementos nutricionales y medicamentos tienen como objetivo la prevención, mantenimiento y apoyo de la función y las capacidades regenerativas del hígado.
Tratamiento etiológico con medicamentos
Existen numerosos fármacos dirigidos al tratamiento etiológico de la causa subyacente de la enfermedad, así como a minimizar la posibilidad de complicaciones.
Estos medicamentos son:
- Antivirales: Un gran porcentaje de los casos de cirrosis hepática son causados por los virus de la hepatitis B y C. Por esta razón, eliminar el virus del organismo reduce considerablemente el riesgo de desarrollar cirrosis. Los medicamentos antivirales para la hepatitis B incluyen entecavir, tenofovir, lamivudine y otros, mientras que para la hepatitis C generalmente se prescriben sofosbuvir, ledipasvir, glecaprevir/pibrentasvir, daclatasvir y otros.
- Agentes antifibróticos: Tales como el ácido obetichólico y el losartán (bloqueador de los receptores de angiotensina 2), que tienen evidencia de que previenen el desarrollo de fibrosis.
- Medicamentos para la hipertensión portal: Esta es una complicación de la cirrosis, en la que se aumenta la presión en la vena porta. Se produce un estancamiento de la sangre venosa, rica en toxinas y pobre en oxígeno, que aumenta los daños sobre el hepatocito.
Medicamentos para la hipertensión portal
Existen dos tipos de medicamentos para la hipertensión portal: betabloqueadores no selectivos como propranolol, nadolol, carvedilol (que también tiene efecto como alfa-bloqueador) y vasoconstrictores (vasoconstrictores) como terlipresina, análogos de somatostatina.
Otros medicamentos para complicaciones de la cirrosis
- Diuréticos (para ascitis y edema): Espironolactona, furosemida, amilorida.
- Medicamentos para la encefalopatía hepática: Lactulosa, rifaximina, metronidazol, neomicina.
- Estatinas: Regulan el metabolismo del colesterol. Ejemplos son atorvastatina y simvastatina.
- Antibióticos para peritonitis bacteriana espontánea. La peritonitis bacteriana se produce por una infección del líquido ascítico, que sirve como medio de alimentación para las bacterias. Los antibióticos prescritos son cefotaxima, ceftriaxona, norfloxacina, ciprofloxacina.
- Secuestradores de ácidos biliares: Se usan en casos de colestasis (retención de sales biliares en el árbol biliar hepático) - colestiramina.
- Vitamina K: Debido a la función de coagulación alterada, consecuencia de la insuficiencia hepática, la adición de vitamina K puede mejorar el tiempo de sangrado/coagulación.
- Corticosteroides: Se usan solo en hepatitis autoinmunes.
Medicamentos para trombocitopatía
Además de los medicamentos mencionados, existen otros dirigidos a tratar la trombocitopatía. Esta es una condición de deficiencia de plaquetas, las células responsables de la coagulación sanguínea.
En la cirrosis, el proceso de detener el sangrado está comprometido debido a la falta de plaquetas y también a la función sintética reducida del hígado, que participa en la síntesis de casi todos los factores de la cascada de coagulación.
Métodos experimentales de tratamiento
Existen métodos experimentales innovadores y medicamentos para el tratamiento de la enfermedad.
Estos incluyen:
- Terapia con células madre: Diferentes tipos de células madre, como las mesenquimatosas, están siendo estudiadas por su potencial para regenerar el hígado.
- Terapia génica: Se están desarrollando métodos para corregir genéticamente defectos responsables del desarrollo de la cirrosis.
- Modulación del microbioma: Enfoque que implica la introducción de probióticos y prebióticos para renovar el microbioma intestinal, que se ha demostrado que tiene gran importancia para la salud del hígado.
Dieta y restricciones alimentarias en la cirrosis hepática
En primer lugar, después de un diagnóstico de cirrosis hepática, se deben eliminar todos los factores perjudiciales para la enfermedad.
Estos suelen ser:
- Alcohol: Absolutamente prohibido, incluso en pequeñas cantidades.
- Tabaquismo: Se ha demostrado que los cigarrillos dañan el hígado al aumentar el estrés oxidativo y sobrecargar el órgano.
- Grasas refinadas: Limitar el consumo de grasas refinadas (grasas trans) y de grasas saturadas.
- Limitar la ingesta de azúcar.
- Limitar el consumo de sodio (sal) a menos de 2 gramos al día.
Es importante también tener en cuenta la ingesta de diversos medicamentos para otras enfermedades concomitantes, que puedan metabolizarse en el hígado.
La dieta de los pacientes con cirrosis hepática debe basarse completamente en alimentos puros con un procesamiento mínimo.
Aquí están las principales reglas que deben seguirse:
- Frutas y verduras – Es importante que la dieta esté rica en frutas y verduras frescas. Ayudan a proporcionar las cantidades necesarias de vitaminas, minerales y suministran al cuerpo muchos compuestos antioxidantes que tienen efectos beneficiosos para el organismo.
- Grasas vegetales saludables – Se debe hacer hincapié en la ingesta de grasas vegetales saludables como aceite de oliva, aguacate, frutos secos o pescados grasos.
- Proteínas – Asegurar una ingesta adecuada de proteínas para evitar la pérdida de masa muscular. Las opciones más adecuadas son el pescado, carnes magras, y huevos. La cantidad debe ser de aproximadamente 1-1.5 gramos por kilogramo de peso. En caso de encefalopatía, la ingesta debe reducirse drásticamente debido a la acumulación de productos de desecho del metabolismo de las proteínas en la sangre y el empeoramiento de los síntomas centrales.
- Líquidos – Es importante consumir suficientes líquidos, preferiblemente agua. En caso de cirrosis descompensada con aparición de ascitis y edema generalizado, la ingesta debe reducirse drásticamente.
- Suplementos alimenticios – Consumir suplementos alimenticios que respalden las funciones hepáticas y reduzcan el estrés oxidativo sobre el órgano.
El papel de los suplementos alimenticios en el tratamiento
Los suplementos alimenticios para mantener y fortalecer el hígado suelen ser micronutrientes esenciales y vitaminas, así como diferentes antioxidantes.
Los profesionales médicos recomiendan la ingesta de los siguientes suplementos y hierbas:
- Vitamina D: Debido al trastorno en el metabolismo de las grasas y la función hepática, esta vitamina suele estar deficiente en personas con cirrosis. Su ingesta, junto con calcio, puede prevenir la aparición de osteoporosis, una enfermedad común en personas con problemas hepáticos.
- Selenio: Micronutriente clave que participa en la síntesis de glutatión, el antioxidante más potente. Su síntesis está fuertemente inhibida en personas con cirrosis, lo que reduce los mecanismos de defensa del órgano.
Además de los suplementos tradicionales diseñados para compensar deficiencias de sustancias importantes en el cuerpo, incluidas en el hígado, las hierbas también juegan un papel importante. A continuación, veremos sus propiedades beneficiosas y aplicaciones.
Las hierbas y sus extractos son un método tradicional de tratamiento de diversas enfermedades y han sido una ayuda confiable para las personas a lo largo de su existencia. El conocimiento sobre sus propiedades y aplicaciones es la base de muchos desarrollos en la industria farmacéutica.
Los extractos de hierbas pueden ser secos o en base acuosa-alcohólica (tinturas).
En el caso de un diagnóstico de cirrosis, se debe evaluar la gravedad de la enfermedad y determinar si es adecuado el uso de tinturas herbales, lo cual debe ser valorado por un especialista.
Estas se diferencian de otros extractos por su contenido de alcohol, que se utiliza como disolvente y extractor de los compuestos beneficiosos de las hierbas.
El alcohol está estrictamente prohibido en personas con cirrosis, por lo que el uso de tinturas herbales en cirrosis se recomienda solo en las primeras etapas de la enfermedad hepática como prevención contra el desarrollo de la cirrosis.
Aquí algunas de las hierbas más populares, con efecto demostrado sobre la salud hepática:
- Cardo mariano (Silimarina): Conocido por sus propiedades hepato-protectoras, puede reducir la inflamación, estimular la regeneración de las células dañadas y protegerlas de los factores nocivos.
- Diente de león: Probablemente la planta más valiosa en lo que respecta a la mejora de la función y el estado del hígado. Posee fuertes propiedades antioxidantes y antiinflamatorias. Sus cualidades diuréticas lo convierten en una excelente opción para eliminar líquidos retenidos, sodio y toxinas acumuladas.
- Jengibre: Rico en poderosos antioxidantes y conocido por sus cualidades desintoxicantes, ayuda a reducir el estrés oxidativo y a apoyar las funciones de recuperación del hígado.
Trasplante de hígado en cirrosis
Aún no existe un tratamiento curativo para la cirrosis hepática, y los métodos más prometedores están aún en fase de ensayos clínicos.
La progresión de la cirrosis hepática solo puede detenerse mediante un trasplante de hígado. Esta es una intervención quirúrgica compleja que consiste en implantar (trasplantar) un hígado entero o parte de él de un donante adecuado al receptor.
Sin embargo, esto no es una solución definitiva al problema de la insuficiencia hepática.
El trasplante de órganos es la operación más difícil y riesgosa. Requiere una preparación preoperatoria significativa, que comienza en el momento en que el paciente entra en la lista de espera. Se realizan diversos estudios de compatibilidad tanto para el receptor como para el donante.
Para un trasplante exitoso, se necesita un equipo multidisciplinario experimentado que supervise todo el proceso, desde la elección del donante adecuado hasta la preparación preoperatoria, cuidados postoperatorios en el período quirúrgico temprano y el seguimiento y cuidado posterior del paciente.
Después de una operación exitosa y un buen período postoperatorio temprano, los pacientes deben someterse a un tratamiento integral y un seguimiento. Para prevenir el rechazo del hígado donado (trasplante), los receptores deben recibir terapia inmunosupresora durante toda su vida.
La terapia inmunosupresora requiere seguir reglas más estrictas para proteger al organismo de patógenos, debido a las defensas reducidas del cuerpo. Se realiza un seguimiento regular de la salud del trasplante mediante el monitoreo de indicadores de laboratorio y exámenes de imágenes del hígado.
La tasa de supervivencia a un año después del trasplante de hígado es de aproximadamente 85-90% a nivel mundial, mientras que la tasa de supervivencia a cinco años es de aproximadamente 70-80%.
Los pacientes con cirrosis alcohólica no son aptos para trasplante según la legislación de muchos países.
¿Cómo prevenir el desarrollo y la progresión de la enfermedad?
Una vez diagnosticada, la cirrosis hepática se convierte en el primer factor con el que debe alinear completamente su vida. Es una enfermedad extremadamente grave que progresa con el tiempo, incluso si se eliminan los factores etiológicos que contribuyen a su desarrollo.
Para prevenir su desarrollo y frenar el avance de la enfermedad, es de suma importancia eliminar todos los factores dañinos.
El siguiente aspecto importante del enfoque holístico hacia esta enfermedad es seguir una dieta rica en alimentos concentrados con alto contenido de nutrientes beneficiosos. Estos son vitaminas y minerales, frutas y verduras frescas, frutos secos, aguacate, pescado y carne magra.
Junto con la alimentación, es necesario mantenerse adecuadamente hidratado.
Seguir estos principios asegurará un mejor pronóstico y mejorará el estado general.
Es de gran importancia seguir estrictamente el plan de medicamentos recomendado por un médico de confianza en el área.
Se están desarrollando métodos innovadores que se encuentran en la etapa experimental, pero muchas instituciones médicas ofrecen la opción de inscribirse en este tipo de programas.
No menos importante es asegurar el suministro de sustancias esenciales y antioxidantes mediante suplementos alimenticios.
Cuanto antes se diagnostique la enfermedad y se comience un tratamiento integral oportuno y adecuado, mejor será el pronóstico de la enfermedad.
Seguir un régimen dietético y medicinal estricto retrasará significativamente la aparición de complicaciones y alargará la vida del paciente.
El enfoque correcto es tomar medidas específicas para la recuperación y el apoyo al hígado tan pronto como aparezcan los primeros signos de que el órgano está sufriendo.
Estos son algunos de los primeros síntomas de la enfermedad hepática:
- Esteatosis (hígado graso)
- Fatiga fácil
- Pérdida de peso
- Pérdida de apetito y otros.
Como en todas las enfermedades, el mejor tratamiento es la prevención: evitar la aparición y el desarrollo de la enfermedad.
La prevención de la cirrosis hepática consiste en evitar el consumo excesivo de alcohol y realizar exámenes regulares para detectar los virus de la hepatitis B y C.
Esto es especialmente importante para:
- Personal médico
- Pacientes en hemodiálisis
- Personas que practican sexo sin protección
- Personas que trabajan en ambientes contaminados o tóxicos, entre otros.
Vivir con cirrosis.
La vida con cirrosis no puede ser la misma para los pacientes diagnosticados con esta enfermedad. Para mantener la funcionalidad del órgano y garantizar la mayor longevidad posible, se deben imponer una serie de limitaciones y medidas.
Estas incluyen una dieta, un cambio en el estilo de vida y la eliminación de hábitos dañinos. Además, la terapia farmacológica es una parte esencial del protocolo de tratamiento, cuyo objetivo es facilitar el trabajo del órgano y darle un período más largo para que logre compensar las necesidades del cuerpo.
A pesar de la gravedad de la enfermedad, que tiene un carácter discapacitante, con los avances médicos, el período de supervivencia con la enfermedad se ha prolongado significativamente, y la calidad de vida ha mejorado.
Conclusión
La cirrosis hepática es una enfermedad hepática progresiva y grave de origen diverso, en la que el parénquima sano se reemplaza gradualmente por tejido conectivo no funcional (cicatricial).
La enfermedad avanzada conduce a complicaciones graves y alteración de las funciones de todos los órganos y sistemas, lo que no es compatible con la vida.
Al recibir el diagnóstico, es necesario tomar medidas drásticas de inmediato para frenar la progresión de la enfermedad. Estas incluyen medicamentos, cambios en el estilo de vida, eliminación de factores dañinos y la adquisición de hábitos alimenticios correctos, orientados a asegurar los nutrientes esenciales necesarios y eliminar alimentos dañinos y pesados.
En las últimas etapas de la enfermedad, la única solución para prolongar la vida es el trasplante, y la vida después de un trasplante no puede ser igual a la de una persona sana.
Preguntas frecuentes.
¿Cuáles son las causas más comunes de la cirrosis hepática?
El abuso crónico de alcohol, la hepatitis B y C.
¿Se puede tratar la cirrosis?
No, siempre progresa, pero su desarrollo puede ser retardado. En algunos casos, se puede realizar un trasplante de hígado.
¿Cuál es la esperanza de vida de los pacientes con cirrosis?
Esto depende en gran medida de la causa del desarrollo y del estadio en el que se haya diagnosticado. En algunos casos, los pacientes pueden vivir más de 15 años después de haber recibido el diagnóstico.
Fuentes:
Dr. Martin Hristov
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